jueves, 3 de octubre de 2013

Pánico

  Había plumas blancas por toda la jaula; en el suelo, enganchadas en las rejas y hasta en el techo. Las ocas estaban tranquilas, o eso parecía, pues a pesar de estar quietas y no chillar como sus compañeras de cárcel, tenían una mirada, esa mirada, que transmitía todo lo contrario. Quizás fuesen imaginaciones mías, no lo sé, pero sentí el pánico, su pánico. El pánico de dos ocas encerradas en una diminuta jaula, sin escapatoria, rodeadas de una libertad que no podían disfrutar.
  Me contagiaron el pánico, mis lágrimas dejaron de brotar, mis ojos dejaron de estar tristes, ahora solo quería salir de allí. Huir del pánico. La otra forma de huir del pánico, quizás lo mejor para acabar con él para siempre, sería dejarlos libres. Pero no, no podía; los cogerían en seguida, y además me buscaría muchos problemas. Como si no me hubiera buscado ya bastantes.
  No, la única forma de huir del pánico era echar a correr. Pero no podía. Algo me paralizaba, su mirada, su mirada me paralizaba... Entonces, como si, a sabiendas de que no liberaría a las ocas, la naturaleza quisiera echarme de allí, ofendida, el viento sacudió las ramas de un árbol, que me cubrían, y me cayó una pequeña lluvia de las gotas del agua que el "diluvio" de la noche anterior había dejado sobre las hojas del árbol. Lo sé, es estúpido, ¿pero no es acaso la estupidez sinónimo de ser humano?
  Pegué un salto, sobresaltada, y deshice corriendo el camino que llevaba hasta la jaula, fui hasta el pequeño bosque de altos árboles en el que estaba mi tienda (por ahí pasé sin hacer ruido, lo que menos me apetecía era encontrarme con mis padres) y salté la valla que separaba el camping del bosque que lo rodeaba. Me senté a descansar en un pequeño muro de piedra, con el corazón latiéndome con fuerza. Ya ni me acordaba del pánico de las ocas, pensaba en la disputa que había tenido con mis padres minutos atrás, en la tienda de campaña que, aun siendo pequeña, podía albergar infinidad de sentimientos a la vez. Rabia, dolor, tristeza, miedo, odio... Todos a la vez, todos enormes. Y los volvía a sentir cada vez que recordaba la escena.
 

   -Cariño, tenemos que hablar contigo -dijo mi madre, cuando volvía de cambiarme del baño.
  -¿Qué quieres mamá? Tengo que desayunar -pregunté yo, deseando ir a la cafetería por petición de mis tripas.
  -Ya desayunarás después. Esto es importante -aseguró mi padre, quien me hizo un gesto para que me sentara. Encima del saco de dormir, pero el colchón era tan fino que prácticamente me sentaba en el suelo.
  -Verás, hemos estado hablando con la orientadora -continuó mi madre. Suspiré. Ya sabía lo que me iba a decir, que sacaba malas notas, que no atendía en clase, que estaba todo el rato aburrida, que no hacía los deberes... Y es que era verdad, me aburría un montón en clase, no hacíamos más que dar cosas fáciles y aburridas. ¿Por qué iba yo a malgastar mi tiempo haciendo cosas que ya sabía perfectamente solo con leerlas, cuando podía aprovecharlo disfrutando? Escribiendo, leyendo, aprendiendo de internet (ya sabía cosas de cuarto de la ESO), escuchando música... Había mil cosas mejores que hacer que perder el tiempo de esa manera-. Eh, no suspires. Lo que te queremos decir es que, debido a tu... problema con los estudios, hemos decidido llevarte a un internado -pronunció estas palabras de sopetón, parecía que le costaba decirlo.
  -¡¿QUÉÉÉÉÉ?! -grité, escandalizada. Como para no estarlo- ¡¿Vais a dejarme al cuidado de personas desconocidas, a privarme de la vida que he conocido hasta ahora, sólo porque no tengo un buen rendimiento escolar?! ¡Hay muchísimos niños que sacan peores notas que yo, que incluso van pegando, insultando a los profesores o haciendo novillos y no les mandan a internados! ¡Y yo, que me porto bien, que no os causo problemas, tengo que ir a un internado! ¡Esto es el colmo!
  -Tranquilízate cariño, no es por eso, es por todo lo... -no la dejé acabar con la frase. En esos momentos no atendía a razones, no a más de las que mi cerebro quería ver.
  -¡No, si ya sé por qué es! ¡Queréis libraros de mí! Tenéis una hija de la que os avergonzáis, y queréis borrarme del mapa, volver a vuestra vida de casados sin hijos, no me queréis... ¡¿Pues sabéis qué?! ¡Yo tampoco os quiero! ¡No quiero a unos padres como vosotros, que me envíais a un estúpido internado por que sí! ¡Iros a la mierda, no quiero volver a veros!
  Me gritaron, me intentaron frenar, pero no pudieron. Pegué patadas para soltarme, y salí corriendo de la tienda, del pequeño bosque del camping donde estaba, y me dirigí hacia las jaulas de animales. Pensé que así podría relajarme...

  Me levanté del muro, ya descansada, dispuesta para seguir corriendo, y alejarme así de todo. De mis padres y del internado, del pánico... Menudo asco de camping.
  No debería haberme levantado, pues mis padres habían salido de la tienda y me habían visto. Se acercaban a la valla, querían hablar conmigo. Já. Yo no quería hablar, ellos me iban a llevar a un internado porque no querían verme, ¿no? Pues yo tampoco quería verlos a ellos. No quería ir a un internado, separarme de mis amigos, de mi barrio, mi casa... Mi vida. No quería cambios en mi vida, ya me iba bien (exceptuando los estudios), ¿por qué tenían que estropearlo todo? Cuánto los odiaba, no quería volver a verlos...
  Y, sin embargo, necesitaba verlos, escuchar lo que me querían decir, necesitaba escuchar que sí me querían, que me llevaban por otra razón... Pero, ¿y si no era así? ¿Y si sólo me cubrían de mentiras, me lavaban el cerebro para quitarse de encima esa carga que era yo? Si era así, prefería no escucharlos.
  Tenía que salir corriendo. No podía ir por el camino normal, nunca había estado en este sitio y el río, que era profundo (el agua estaría helada, ni se me ocurriría mojarme con este frío) me cortaba el paso para coger el camino que llevaba al pueblo. Para coger ese camino, solo podía cruzar el puente colgante, ese que daba nombre al camping, tan desvencijado, con esas señales de "Precaución, no pasar". Sería una locura, pero sería mejor que hablar con mis padres, ¿no? Si lo cruzaba, había travesaños rotos, y otros tantos que se romperían. No sería muy guay que digamos caerme a ese helado río de agua poco profunda, de densa vegetación, de duras rocas... Sería un milagro que saliera viva de una caída así.
  También podía coger el camino que se internaba en el bosque, uno que no conocía, del cual no aparecían señales de coches pasados. Podría perderme, pero si tenía una buena orientación podría ocultarme un tiempo, lo suficiente como para que se preocuparan y se sintieran culpables, librándome así del camping.
  ¿Cuál sería la mejor opción? Ellos se acercaban a la valla, si quería huir tendría que hacerlo rápido, antes de que me alcanzaran...

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  ¿Qué harías si estuvieses en su lugar?

-Si quieres hablar con tus padres dirígete a "Superdotada".
-Si quieres coger el camino que lleva hacia el bosque, dirígete a "Bayas".
-Si quieres cruzar el puente colgante, dirígete a "Bifurcación decisiva".